NOTICIAS

jueves, 12 de enero de 2012

Reforzarán consulados de El Salvador en EE.UU. para asesorías TPS

El canciller salvadoreño, Hugo Martínez, dijo hoy que los 16 consulados de El Salvador en Estados Unidos serán reforzados en cuanto a personal y presupuesto para atender las solicitudes de asesoría de los compatriotas sobre el trámite de reinscripción al TPS.

Ayer, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS) dio luz verde para que unos 212 mil compatriotas amparados con el Estatus de Protección Temporal (TPS) procedan a la reinscripción del beneficio migratorio para 18 meses más, hasta el 9 de septiembre de 2013.

El jefe de la diplomacia salvadoreña aseguró que se reforzará, en mayor medida, los consulados de las principales ciudades como Washington, Nueva York, Texas y Los Ángeles. Se tiene planeada la creación de unidades móviles para atender las dudas de los salvadoreños, dijo.

Martínez instó a los connacionales a no dejar a última hora el trámite de reinscripción.

Agregó que al mismo tiemo se implementarán medidas de austeridad en las sedes consulares para abarcar la demanda de asesorías migratorias.

El canciller brindó declaraciones en el marco del lanzamiento de la agenda gubernamental con motivo del 20 aniversario de los Acuerdos de Paz.

Martínez informó también que en el marco de su reciente visita a Estados Unidos para el anuncio de una nueva prórroga al TPS, reiteró el llamado al Departamento de Seguridad Interna la solicitud de El Salvador de considerar una flexibilización de las deportaciones.

Pidió que se priorice aquellas personas con delitos criminales. Aseguró que en los últimos dos años las deportaciones han disminuido alrededor de un 20%.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Mediacenter :.: elsalvador.com :.: La selecta de playa tendrá sueldo

Mediacenter :.: elsalvador.com :.: La selecta de playa tendrá sueldo

Seleccionados de fútbol playa son recibidos como héroes nacionales



A su arribo, los jugadores salvadoreños fueron trasladados al salón V.I.P del aeropuerto internacional donde han sido recibidos por el presidente de la Asamblea Legislativa, Sigfrido Reyes.

miércoles, 24 de agosto de 2011

LAMENTABLE NOTICIA PARA LA COMUNIDAD JEFFERSON

La Policía Nacional Civil (PNC) de Sonsonate privó de libertad el lunes en la tarde a 40 estudiantes de bachillerato del instituto Thomas Jefferson, acusados de generar desórdenes en perjuicio de otros alumnos de una institución privada de la cabecera departamental. Entre los detenidos hay 29 menores de edad y 11 mayores.

Una fuente policial apuntó que los jóvenes fueron sorprendidos cuando comenzaron a tirar piedras en contra de otros estudiantes del Colegio Centroamérica.

Según el informante, la Policía tenía sospechas que desde la semana pasada el grupo de alumnos del instituto nacional atentaría contra varios estudiantes del otro colegio. Ante las sospechas, la PNC reforzó la seguridad en la zona de desplazamiento de los estudiantes.

La Policía dijo que los responsables de generar el ataque fueron los del Thomas Jefferson, por ello solo detuvo a los 40 jóvenes de esa institución. Todos fueron llevados a la delegación de la PNC en el barrio Veracruz. Ese mismo lunes en la noche varios padres de familia llegaron a preguntar sobre la situación legal de sus hijos.

Los parientes se quejaron de la forma en que supuestamente actuó la PNC; apuntaron que solo fueron detenidos los alumnos del Jefferson y no los del colegio privado. También señalaron que los jóvenes mayores fueron llevados a las bartolinas donde se encuentran otros capturados por diversos delitos. “Algunos de los alumnos les quitaron la ropa los otros presos, eso es una injusticia que han hecho”, dijo un padre de familia.

El ofendido dijo que había logrado hablar con su hijo y este le aseguró que lo detuvieron cuando pasaba por la zona.

sábado, 2 de julio de 2011

El Bicentenario 1811- 2011 en El Salvador

El 5 de noviembre de 2011, El Salvador conmemora 200 años del Primer grito de Independencia, el inicio de una búsqueda de nuevos rumbos del desarrollo, de la justicia social y de la construcción de una nación incluyente, solidaria y participativa. Es una ocasión para que todos los salvadoreños recordemos la historia con respeto y profundidad; para que reflexionemos y evaluemos con espíritu crítico constructivo lo bueno que hemos alcanzado y lo que debemos cambiar o mejorar; y para mirar y trazar rutas de futuro con optimismo y esperanza.


En 1811, en todo el territorio de la Intendencia de San Salvador del Reino de Guatemala tuvieron lugar intensas movilizaciones populares de rebeldía en contra de las autoridades peninsulares. El Primer Grito fue un proceso plural, participativo, con una diversidad de autores que dejaron sentir su capacidad de acción y presión para realizar los cambios políticos sociales, fiscales e internacionales necesarios para un nuevo desarrollo en aquella época.

En San Salvador, capital de la Intendencia, el movimiento fue dirigido por un grupo de criollos, liderados por figuras como José Matías Delgado, Bernardo y Manuel José Arce, Mariano Fagoaga, que lograron encausar en formas moderadas el levantamiento de barrios y municipios cercanos. En numerosos municipios, como Metapán, Santiago Nonualco, Usulután, Zacatecoluca, Santa Ana, San Vicente y San Miguel, el liderazgo de mestizos, ladinos e indígenas fue muy notorio (como “temibles” e “insolentes” los nominó la autoridad en retirada) y hubo fuertes contingentes milicianos y civiles amotinados, aunque, al igual que en la capital, no tuvieron impacto militar más allá de lo local. En todos los casos, no obstante, los rebeldes depusieron a las autoridades españolas y nombraron nuevos gobiernos; hicieron huir a los funcionarios civiles y militares y suprimieron tributos, impuestos, estancos y alcabalas, monopolios e impuestos, todos ellos gravosos para la economía doméstica. Proyectaron montepíos para facilitar la producción añilera y proponían una institucionalidad autónoma, como curatos y ayuntamientos, que los reforzaran en sus acciones.

Este Primer Grito no logró el éxito completo. Tras las conmociones provincianas del 5 de noviembre de 1811, las autoridades retomaron el control, aunque los alzados lograron mantener muchas de sus propuestas y continuaron impulsando un movimiento que una década después lograría completar el proceso de independencia.

La Página Web que compartimos en esta oportunidad forma parte de la conmemoración del BICETENARIO de un país que valora su historia, que reflexiona sobre cómo somos sus ciudadanos después de 200 años y sobre qué debemos cambiar e iniciar para construir una sociedad más justa, participativa y productiva.

Rafael Guido Béjar

Coordinador Proyecto Bicentenario

Discurso del Presidente Mauricio Funes en el Lanzamiento del Año Bicentenario


Señoras, señores:

Nos reunimos esta noche con el fin de poner en marcha un calendario de actividades cuyo fin central es rememorar el primer grito de la independencia patria.

El Bicentenario de esa gesta, es un motivo de celebración que nos identifica, nos une y reafirma como una hermandad de cuerpo y espíritu. Nos constituye como una auténtica comunidad de origen y de destino.

Nacimos de esa gesta como voluntad de pueblo libre, resuelto a liberarse de ataduras al destino ajeno; como comunidad que se unía a otras gestas similares desatadas en el continente con el fin de autodeterminar su presente y su futuro.

De modo que iniciamos hoy la celebración de la primera expresión del sentimiento de pertenencia a la patria.

Celebramos el nacimiento de nuestra identidad, de pertenencia a un territorio común, de comunidad de lengua y de cultura.

En suma, celebramos el origen de El Salvador en Centroamérica, nuestro lugar propio en el mundo.

Quienes lideraron aquel proceso crucial de nuestra historia enfrentaban entonces, por primera vez, el difícil reto de definir los principios y pilares de esa comunidad emergente. Y al hacerlo se enfrentaban ya, en aquél momento, a la pregunta crucial: ¿Qué somos? ¿Qué país queremos? ¿Qué futuro deseamos construir para nosotros, para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos?

Esa pregunta sigue hoy tan vigente como en 1811 y, al igual que entonces, su respuesta no cobra sentido si no nos situamos como naturales de Centroamérica, como un miembro de la familia centroamericana.

No nacimos para ser la Nación salvadoreña, aunque durante largos períodos de nuestra breve historia, hayamos olvidado el propósito originario de nuestra existencia.

Aspiramos a la libertad con la clara conciencia de que sólo la alcanzaríamos en unidad con nuestros hermanos y hermanas de la región.

Nuestra historia -como la de nuestros hermanos centroamericanos- está surcada de grandes sueños, epopeyas y momentos de gloria, pero también de traiciones, decepciones y oportunidades perdidas.


El proyecto inspirador de una Centroamérica unida, próspera y llamada a un futuro de grandeza, que tomó forma en 1923, se disolvió poco después entre luchas intestinas y rumbos desencontrados.

Fue la primera oportunidad perdida para nuestra región y nuestro país, aunque no la única.

No quiero hacer de estas palabras un recuento de conflictos y fracasos, pero sí quisiera hacer una breve reflexión sobre las dos causas fundamentales que creo se pueden identificar en el origen de nuestras debilidades.

Dos constantes se han reiterado a lo largo de estos primeros doscientos años que han impedido el desarrollo del pueblo centroamericano: La primera constante, la exclusión de las grandes mayorías y una profunda división y desigualdad política y social.

Ya desde los primeros movimientos independentistas los pueblos indígenas fueron marginados de la toma de decisiones y, durante todo el siglo XIX y gran parte del XX, la historia la escribieron las minorías dominantes.

Fuimos creciendo en el enfrentamiento entre hermanos, en la injusticia, en la exclusión y en la idea de que el destino de la pequeña patria salvadoreña era el destino de la pequeña patria salvadoreña, era el destino de minorías que se servían del conjunto y lo ignoraban.

Esa desigualdad histórica condujo al conflicto armado y con él a la definición de dos bloques sociales y políticos que se han negado a la posibilidad de un destino común y establecieron el “juego de suma cero” como única estrategia política.

Estas dos características de nuestra Historia: la exclusión de amplios sectores de la sociedad en la toma de decisiones y la práctica de la política como una batalla a muerte contra el opositor, son sin duda, los grandes lastres que han frenado el desarrollo de El Salvador desde hace 200 años y que todavía hoy no hemos sabido resolver como nación.

En 1992, tras años de guerra fraticida, la Historia nos puso nuevamente frente a una oportunidad histórica. La firma de los Acuerdos de Paz abrió nuevamente la puerta al debate sobre el destino de nuestro país y de nuestro pueblo.

El espíritu que sentó a la misma mesa de la concordia a bandos enfrentados, selló la paz y despertó el sueño de una nueva etapa histórica capaz de superar las causas que nos habían sumido en la desunión y el atraso.

Creímos, entonces, que El Salvador podría comenzar a andar el camino de la integración y la unidad y de la superación de las condiciones de pobreza y miseria en que se debatían las grandes mayorías nacionales.

No corresponde esta noche por supuesto, hacer un análisis de las razones que frustraron aquel sueño.

Vivimos casi dos décadas en las que fuimos construyendo parcialmente una democracia estable y profundizando el atraso, la exclusión y la injusticia. Esa realidad ha sido la muestra cabal de que perdimos esa segunda oportunidad histórica.

Sin embargo, ustedes bien lo saben, los pueblos que padecen esas frustraciones vuelven a reconstituirse en nuevos sueños y desafíos.

En nuestro caso, el cambio, la alternancia política en el poder, hizo nacer una nueva esperanza en el corazón de las salvadoreñas y salvadoreños.

Esa alternancia, que se hizo realidad en el año 2009, supuso no solamente la maduración y consolidación de nuestra institucionalidad democrática, sino también un nuevo punto de inflexión en nuestra historia, una nueva oportunidad de redefinir la propia idea de Patria, de destino común, de futuro para nuestro pueblo.

La nueva oportunidad se comprende a poco que se analizan la realidad actual de El Salvador y el proceso que vive el mundo en el presente.

Se trata, en verdad, de una relación especular, de una relación de espejo entre ambas realidades –la local y la planetaria.

A nivel internacional, las recurrentes crisis económico-financieras han puesto al descubierto el agotamiento del ciclo del capitalismo salvaje y sin fronteras.

Las naciones pobres y en desarrollo, reclaman un nuevo orden mundial, fundado en la justicia, y para ello se agrupan en bloques regionales para exigir el cambio de las reglas de juego y hacer escuchar su voz en los foros internacionales.

Y al mismo tiempo, las masas de los países oprimidos por la autocracia se rebelan y luchan por la libertad y la democracia plena.

Se trata, en efecto, amigo y amigas, de una nueva vuelta de tuerca de la revolución democrática.

En términos similares, la exclusión y la autocracia fueron puestas en jaque cuando el pueblo salvadoreño se pronunció por la alternancia y por el cambio, en las elecciones históricas del 15 d marzo de 2009.

En términos generales –y en mérito a la síntesis histórica- El proyecto nacido de aquellas elecciones se ha asentado en dos pilares:

La unidad nacional y la inclusión de las grandes mayorías, que son en definitiva las dos asignaturas pendientes de nuestra historia.

La unidad nacional, expresa el anhelo profundo del pueblo de superar las antinomias, la contienda política como una guerra y la concepción del Estado como de un botín al servicio de los intereses de una minoría y en detrimento de la mayoría.

La unidad nacional significa, señoras y señores, que es posible vivir en un país que dirime sus diferencias con el diálogo, que se gobierna con consenso, que ha superado definitivamente la concepción oligárquica del poder.

Este es el gran cambio que nos ha pedido el pueblo y en el que trabajamos día a día.

La otra gran premisa del gobierno es trabajar para las grandes mayorías. En ese sentido, el mandato que he recibido de los salvadoreños y salvadoreñas, es ser el gobernante de todos y es por ello que he debido despojarme de todo color político, de toda bandera partidaria.

Amigas y amigos:

La división ha sido –en nuestros primeros doscientos años de historia- una constante: división regional, división nacional, división ideológica y social y hasta división familiar.


Nuestras generaciones mayores y nosotros mismos hemos vivido en una patria desgarrada, que no puede sino generar frustraciones y violencia.

De modo que alcanzar la paz y el bienestar comienza por pacificar los espíritus y crear las condiciones para el desarrollo económico con equidad.

En este punto, estamos frente a la oportunidad de superar los enfrentamientos y comenzar a construir alternativa de poder desde el respeto y el reconocimiento del otro como hermano.

Esta es nuestra oportunidad histórica, 200 años después del primer grito de independencia, para asumir de una vez por todas nuestro destino común.

Es necesario, y lo digo con plena convicción y sinceridad, que dejemos de ver en el que elije otra opción política a un enemigo que debemos aniquilar.

Pero también es necesario que derribemos de una vez por todas las barreras sociales que aún privan a grandes mayorías de sus derechos fundamentales.

Si superamos esos muros de intolerancia y de marginación avanzaremos en la construcción de un nuevo desarrollo estable, de un mejor futuro, de una renovada esperanza.

Por eso, amigos y amigas,

Quiero cerrar estas palabras haciendo un especial llamamiento a los líderes de nuestro país. Líderes políticos, líderes empresariales, sindicales, líderes espirituales, religiosos y sociales…

Mi llamado es para decirles que escuchen esa voz alta y clara con la que las grandes mayorías expresan su deseo de consenso, de diálogo y de unidad.

Escuchen la voz de quienes cada día con su esfuerzo trabajan por levantar este país sin erigir banderas políticas, sin distinguir colores ni intereses particulares.

El pueblo salvadoreño no está pidiendo promesas electorales imposibles de cumplir que se diluirán de nuevo en desencanto tras los comicios electorales.

Tampoco espera de nosotros verdades a medias que ayuden a mantener los privilegios de unos pocos y sacrifiquen el futuro de la mayoría.

El pueblo salvadoreño nos pide acuerdos de nación, políticas de Estado que permanezcan independientemente del partido de turno en este o aquel cargo.

Nos pide que miremos al largo plazo, que elevemos nuestro espíritu y pongamos por delante de nuestra carrera política, de nuestras ambiciones personales y partidarias, de nuestros intereses sectoriales o de grupo el futuro de los salvadoreños y salvadoreñas que confían en nosotros.

Por eso, una vez más, les pido a los líderes de nuestro país y en especial a la clase política salvadoreña que muestre su patriotismo y que su grandeza en este bicentenario que lo hagan mediante el diálogo y la creación de políticas de Estado para el desarrollo.

Hoy es el momento de sentarnos a dibujar los grandes acuerdos que definan nuestro futuro. Hoy y no dentro de un año cuando pasen las elecciones.

No podemos aceptar ni como políticos, ni como servidores públicos, ni como ciudadanos que el destino de nuestro pueblo se vea pospuesto permanentemente por la batalla electoralista.

Hoy es el momento de tomar decisiones que no dependan de los vaivenes de las urnas, decisiones responsables, decisiones en que todas las voces sean escuchadas y que nos hagan sentir orgullosos de pertenecer a este país.

Amigos y amigas:

Todos y cada uno de los salvadoreños y salvadoreñas tenemos un destino común. Somos compañeros de viaje inseparables y solo alcanzaremos nuestras metas si caminamos de la mano.

Ese es nuestro primer reto, abrazar ese destino común dentro de nuestras fronteras y también con nuestros hermanos centroamericanos, sin los cuales nuestra Historia no podría seguir escribiéndose.

Como decía al principio, la celebración de este Bicentenario es la ocasión perfecta para preguntarnos una vez más ¿Qué país queremos? Y ¿Qué puede hacer cada uno de nosotros para hacerlo realidad?

Para este Presidente, como principal y primer servidor público, la respuesta es clara:

Tenemos que trabajar por la unidad de nuestro pueblo, por la recuperación del sueño de la unión Centroamérica unida y por la consolidación de una democracia en la que, esta vez sí, todos y todas sean artífices de un destino común en paz y armonía.

Ojalá los próximos años nos den la posibilidad de reescribir la Historia sin hablar de oportunidades perdidas, sino de sueños realizados.

Aprovechemos entonces este tiempo fértil del Bicentenario para vivirlo juntos, para pensar juntos, pero sobre todo para marchar juntos.

Este Bicentenario debe de tener como premisa fundamental la conquistas de la unidad nacional.

Desde que asumí la Presidencia de la República dije que iba a construir un Gobierno de unidad nacional. Esa es la única salida posible que tenemos como país.

Tenemos que estar por encima de nuestros intereses partidarios y sectoriales, tenemos que trabajar y marchar juntos.

Y aún cuando este es un año previo a las elecciones, y por lo tanto que puede ser distorsionado por los apetitos electorales de los partidos políticos, yo invito a los liderazgos partidarios, a los liderazgos empresariales y sociales del país a que dejemos a un lado nuestros intereses sectoriales para trabajar y marchar juntos por la construcción de esa gran nación salvadoreña, de esa gran nación centroamericana.

Gracias a todos y todas. Que Dios los bendiga, que Dios bendiga Centroamérica, que Dios bendiga a la

Patria Salvadoreña.
Muchas gracias.

Presidente Carlos Mauricio Funes Cartagena

Casa Presidencial, 25 febrero de 2011.

River Plate desciende de categoría; Belgrano sube


La historia se mancha. Sí, así de directo, así de doloroso. Increíble, pero real, River es un equipo de B Nacional. No en lo institucional, no por sus 110 años de historia, en los que ganó de todo, en los que se consolidó como el más ganador de torneos locales, sino por los resultados de las últimas tres temporadas. En el Monumental, ese mítico estadio, sede de tantos festejos, que vio jugar a Alonso, a Francescoli, a Ortega, Aimar, D’Alessandro, Crespo, Aimar, a varios grandes, se fue de Primera por primera vez en su historia. Con Passarella de presidente, se fue a la B.

Parecía que con el gol tempranero de Pavone la historia se iba a resolver, que iba a dar vuelta el 0-2 contra Belgrano del miércoles. Estuvo cerca, se perdió otro gol el 9. Incluso le hicieron un penal grosero a Caruso en ese primer tiempo, pero Pezzotta no lo vio aunque estaba cerca. Belgrano, que pudo haberse quedado con 10 por exceso de juego brusco (especialmente Lollo), aguantó como pudo. Y en el segundo tiempo Belgrano se tiró atrás contra un River que iba e iba, que empujaba y merodeaba el gol, pero que se regalaba atrás. Y después de que el Picante Pereyra se perdiera el 1-1, el empate llegó unos minutos después, tras un blooper defensivo que Farré no perdonó.

Tan torcido anduvo River en el torneo que Pavone, increíblemente suplente en la ida, tuvo la chance del 2-1 en un penalcito que había cobrado Pezzotta: lo atajó Olave, sin dar rebote. Juan José López metió a Villalva, a Bordagaray, que hace cuánto que no jugaban, pero el destino no se pudo cambiar. Ardía el Monumental, de aliento y de nervios. Almeyda, suspendido, sufría desde afuera, con ganas de llorar como cualquier hincha de River, mientras la tribuna celeste festejaba y esperaba el final con gusto a hazaña. Se paró el partido y lloraban los jugadores, ya conscientes del momento.

River en la B Nacional, por primera vez en su historia. Increíble pero real. ¿Qué pasaba si Pezzotta marcaba el penal a Caruso en el primer tiermpo? De eso se hablará mucho, claro. También de que por estas últimas tres temporadas, River bajó por primera vez en su historia. Y en medio de la alegría de Belgrano, la tristeza fue monumental. "Soy de River, soy de River", bramó la gente, tratando de descargar la bronca. Una bronca que no tiene final.