domingo, 6 de enero de 2008

Los ángeles aún desfilan



Los miembros de la banda han vuelto por grupos. Ayer arribaron en tres vuelos, hoy llegan, en teoría, los últimos.
Inevitable la envidia. No podía faltar aquel comentario fuera de lugar y en tono burlesco: “Estos, solo porque han estado allá tres días... y tanta bulla que hasta con carteles los reciben”, se escuchó la voz de un joven que de haber viajado alguna vez lo ha hecho sin ninguna precariedad y con seguridad no ha sido para representar al país; pero sordos fueron los oídos a su alrededor: coloridos carteles de bienvenida, globos y aplausos aguardaban la llegada de Nuestros Ángeles de El Salvador.
No importó el frente frío, el calor del cariño estuvo presente todo el tiempo. Niños, abuelos, padres de familia, primos, tíos, todos apretujados, buscaban la primera fila y se empinaban para tratar de ubicar el rostro de sus seres queridos.
Como si de nuevo estuvieran desfilando, los jóvenes fueron apareciendo uno a uno por la puerta de llegada y la ansiedad se transformó en lágrimas tras los abrazos.
“Ha sido una mezcla de emociones. Angustia de no saber por los contratiempos que pasaron y emoción por ver que su sueño se le hizo realidad”, expresó María Salamanca de García, quien desde las 3 de la mañana viajó hasta Comalapa, procedente de San Miguel, para recibir a su hijo Diego, de 17 años.
Tras cuatro horas de viaje y con dos horas de retraso por la falla técnica de un avión que lo obligó junto a sus compañeros a cambiarse a otro en Estados Unidos, Diego apareció alrededor de las 10 de la mañana: “Es una experiencia inolvidable ver a esa gente aplaudiéndonos y algunos hasta llorando. Esos 11.5 kilómetros que recorrimos ni se sintieron, porque no hubo cuadra que la gente no dejara de aplaudirnos y de bailar”, contó.
Tales expresiones de felicidad habían sido secundadas dos horas antes, con la llegada de Edwin Osorio, de 17 años, en un primer vuelo: “No había ni siquiera una cuadra que camináramos en la que no hubiera gente latina; el apoyo fue grande”.
Pese a toda esa algarabía, los más de 50 ángeles que llegaron ayer en la mañana —a los que se les sumaría otro grupo de 35 en un vuelo nocturno, según se supo antes del cierre de esta nota— conservaron en sus corazones una espinita. Con mal sabor trajeron a cuenta el poco apoyo que les brindó el Gobierno salvadoreño.
“El consulado de México en Guatemala se portó excelente”, manifestó Diego. El médico de la delegación de los más de 200 jóvenes que viajaron a Pasadena, California, para participar en el anual Desfile de las Rosas, lo confirmó: El consulado trabajó desde las 9 de la mañana hasta las 10 de la noche para otorgarles a los viajeros visas transitorias en días festivos.
Y qué decir del apoyo de la comunidad latina en el exterior, Coralia Ríos, de 17 años, recordó: “Aquí no recibimos nada de apoyo (cuando estuvieron buscando la forma de irse); en cambio, allá, había grupos de salvadoreños esperándonos con porras y alegría a cada lugar que llegábamos”.
Para Cubías el más grabado de los recuerdos, que dijo permanecerá mucho tiempo en su memoria, es el hecho de que una buena cantidad de los adolescentes a los que cuidó durante 10 días lo llamaran “papá”.
Pero la historia no termina aquí; los desfiles continúan. Este día, a tempranas horas de la mañana, arribará el último grupo de cerca de 70 ángeles.